A propósito de conmemorarse cada 10 de octubre el Día Mundial de la Salud Mental, cabe aprovechar la ocasión para destacar algunos factores que bien como causa o como consecuencia, muestran la interdependencia entre la salud mental y la salud sexual. Es decir, la salud sexual puede verse afectada por la enfermedad mental, y a su vez, la salud mental puede verse deteriorada por los problemas sexuales.
La salud mental está relacionada con la promoción del bienestar, la prevención de los trastornos mentales y el tratamiento y rehabilitación de las personas afectadas por dichos trastornos. Comprende el realce del estado de bienestar personal e incluye el reconocimiento de la habilidad de realizarse intelectual y emocionalmente, siendo conscientes de las propias capacidades para:
- Afrontar el estrés normal de la vida.
- Trabajar de forma productiva y fructífera.
- Hacer una contribución a su comunidad.
La salud sexual está asociada con el desarrollo y disfrute de una sexualidad sana en la que reine la aptitud para disfrutar de la actividad sexual y reproductiva, amoldándose a criterios de ética social y personal, en ausencia de temores, vergüenza, culpabilidad, creencias inciertas y otros factores psicológicos que inhiban la respuesta sexual o perturben las relaciones sexuales. Al mismo tiempo, en ausencia o manejo de trastornos orgánicos, enfermedades y deficiencias que entorpezcan la actividad sexual y reproductiva. Para ello, según la Coalición Internacional para la Salud de las Mujeres, (2009), es necesario:
- Mejorar la atención materno-infantil.
- Ofrecer servicios de planificación familiar de alta calidad, y de atención a los problemas de infertilidad.
- Eliminar los abortos peligrosos.
- Combatir las enfermedades sexualmente transmisibles, en particular el VIH/SIDA y otras afecciones reproductivas-ginecológicas, así como el cáncer de cuello uterino.
- Promover la educación sexual integral para la salud sexual.
Así, la salud mental se refleja en la posibilidad de desarrollar la competencia de las personas y las comunidades, permitiéndoles alcanzar sus propios objetivos, en tanto que la salud sexual se aprecia en la vivencia positiva, saludable, responsable y satisfactoria de la sexualidad.
El estrés desde hace muchos años, ha sido reconocido como un factor que deteriora la salud mental y la salud sexual. De allí el interés científico y colectivo sobre el estudio y manejo del mismo, en tanto que se halla inmerso en las relaciones humanas familiares, académicas, laborales, sentimentales, sexuales y sociales en general.
Existen distintos instrumentos para identificar los agentes estresores, entre los más significativos en torno a este tema, están: muerte de cónyuge, divorcio, separación, matrimonio, reconciliación, embarazo, dificultades sexuales, nacimiento de un/a hijo/a y discordia de pareja. A su vez: condena judicial, muerte de un familiar, enfermedad o dolencia, despido laboral, jubilación, cambio de negocio o trabajo, entre otros (Holmes y Rahe, 1967).
Sobre estos agentes o situaciones, las personas según sus valores, metas y creencias, otorgan significados psicológicos que ocasionan reacciones de estrés o emociones estresantes, las cuales varían en función de si se perciben los acontecimientos como dañinos, amenazadores o desafiantes.
La efectividad del manejo del estrés, dependerá de cómo cada persona evalúe la relación entre: (a) las demandas ambientales o presiones externas y, (b) sus recursos personales o autoconfianza para hacerles frente. Como expresa Lazarus (1999), integrando estrategias cognitivos-conductuales para afrontar aquellas demandas valoradas como excesivas para los propios recursos, con el objetivo de lograr su: solución, eliminación, reducción de sus efectos.
La persona que desconfía de sus capacidades para manejar efectivamente el mundo que le rodea, es más propensa a experimentar ansiedad como una emoción del estrés. Y si se enfrenta a demandas que son superiores a sus recursos personales, entonces vivirá un trauma y en consecuencia pánico, desesperanza y depresión.
En el afrontamiento inefectivo del estrés, se ha descrito la influencia de dos patrones de personalidad característicos de las personas (Robles y Peralta, 2009; Riso 2008):
- Las personas con patrón tipo A: con adicción al futuro, competitividad, impaciencia, sobre-control, preocupación y hostilidad; suelen percibir como amenazadoras situaciones que en realidad no lo son y, dada la continua ansiedad como una emoción del estrés, corren mayor riesgo para enfermedades cardio-vasculares y cerebro-vasculares.
- Las personas con patrón tipo C: con apego al pasado, dependencia emocional, pasividad, inasertividad e indefensión; suelen anular sus derechos en perjuicio propio, viviendo más intensamente el estrés y sus efectos, especialmente culpa y depresión con mayor riesgo de afectación del sistema inmunológico y el desarrollo de enfermedades de tipo infeccioso y cáncer.
La interdependencia entre los trastornos mentales y las alteraciones sexuales, se ha evidenciado en los casos clínicos estudiados en psicología, sexología, psiquiatría y psicofarmacología. En personas con trastornos de ansiedad y trastorno depresivo mayor, se ha observado el desarrollo de disfunción sexual. Asimismo, en personas expuestas a abuso sexual en la infancia, se ha encontrado una mayor vulnerabilidad de desarrollo de depresión, como consecuencia de verse expuestas a nuevas situaciones vitales de estrés, en la vida adulta (Stahl, 2013).
Ambos trastornos, de ansiedad y depresión, comparten síntomas como alteraciones del sueño, fatiga, dificultades de concentración y nerviosismo; conllevando la coexistencia de otros problemas de salud mental como: abuso de sustancias, trastornos del dolor, trastorno de déficit de atención con hiperactividad, entre otros.
Tales padecimientos en sí mismos, como los posibles efectos adversos de sus tratamientos farmacológicos, interfieren a su vez en la salud sexual en particular, y en la salud general. Definida ésta última por la Organización Mundial de la Salud (1946) como:
Tales padecimientos en sí mismos, como los posibles efectos adversos de sus tratamientos farmacológicos, interfieren a su vez en la salud sexual en particular, y en la salud general. Definida ésta última por la Organización Mundial de la Salud (1946) como:
El estado de completo bienestar físico, mental, espiritual, emocional y social y no solamente la ausencia de afecciones o enfermedades.
Para el logro y disfrute de dicho estado de bienestar pleno, es importante tomar conciencia y acción, para identificar ¿a cuáles situaciones de estrés nos encontramos expuestos/as?, ¿cómo evaluamos o asumimos tales situaciones?, ¿con cuáles recursos personales las manejamos o afrontamos?
Como personas en #SexPsiEquilibrio lejos de pretender negar o evadir el hecho de que una situación supere los recursos para resolverla, es importante buscar ayuda profesional para aprender o fortalecer las habilidades necesarias para manejar el estrés, realzar la salud mental, la salud sexual, y con ello, el disfrute cabal de la salud y el bienestar general!
Cuéntenme sus inquietudes!!! Una nueva entrada, les brindará más información y clarificación. En conjunto, alimentaremos este sitio para provecho de todas y todos...
idhalyguzman@grupoambos.com
No hay comentarios:
Publicar un comentario